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domingo, 27 de septiembre de 2015

Padre, ¿para qué voy a Misa si no salgo cambiado/a?


Luisa Restrepo, catholic-link

En la Misa Jesús se ofrece como sacerdote y víctima. Nosotros nos ofrecemos con Cristo y unidos a su sacrificio, entramos en comunión profunda con Él. En la Misa se hace presente la redención del mundo. Por eso es el acto más grande, más sublime y más santo que se celebra cada día en la Tierra.

Quien sabe lo que vale una Misa, prescinde de si tiene ganas o no. Para que una Misa sirva, basta con que asistamos voluntariamente, aunque a veces no tengamos ganas de ir. La voluntad no coincide siempre con el tener ganas. Vamos al dentista voluntariamente, porque comprendemos que tenemos que ir, pero puede que no tengamos ganas de ir.

Algunos dicen que no van a Misa porque para ellos eso no tiene sentido. A nadie puede convencerle lo que no conoce, a quien carece de cultura, tampoco le dice nada ir a un museo.  Pero una joya no pierde valor porque haya personas que no saben apreciarla, hay que saber descubrir el valor que tienen las cosas para poder apreciarlas. Otros dicen que no van a Misa porque no les apetece, y para ir de mala gana, es preferible no ir.  Si la Misa fuera una diversión, sería lógico ir sólo cuando nos gusta.  Pero las cosas obligatorias hay que hacerlas con ganas o sin ganas. No todo el mundo va a clase o al trabajo porque es divertido, a veces hay que ir sin ganas, porque tenemos obligación de ir.




Como bien dice el video, “de la fuente siempre sale agua, no es culpa de la fuente que el vaso no se llene, sino del propio vaso que es nuestra disposición”. Puede que no veamos la transformación que sucede en nuestro corazón, pero debemos estar seguros que misteriosamente la gracia de Dios está obrando en nuestras vidas. Dios actúa en nuestros corazones la conversión sin que nos demos cuenta, basta con tener el deseo profundo de querer hacerlo y colaborar con nuestros pequeños esfuerzos y actos de amor.

Ir Misa de buena gana significa comprender lo maravilloso que es poder mostrar a Dios que lo queremos y participar del acto más sublime de la humanidad: el sacrificio de Cristo por el cual redime al mundo.

Es por esto que normalmente, cuando nos acercamos a este Sacramento, se dice que se “recibe la Comunión”, que se “hace la Comunión”: esto significa que en la potencia del Espíritu Santo, la participación en la mesa eucarística nos conforma en modo único y profundo a Cristo, haciéndonos pregustar ahora ya la plena comunión con el Padre que caracterizará el banquete celeste, donde, con todos los Santos, tendremos la gloria de contemplar a Dios cara a cara. Queridos amigos, ¡no agradeceremos nunca suficientemente al Señor por el don que nos ha hecho con la Eucaristía! Es un don muy grande. Y por esto es tan importante ir a misa el domingo, ir a misa no sólo para rezar, sino para recibir la comunión, este Pan que es el Cuerpo de Jesucristo y que nos salva, nos perdona, nos une al Padre.
Papa Francisco

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